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03 Aug
03Aug

Mujer, ¡Qué grande es tu fe!
Del santo Evangelio según san Mateo: 15, 21-28


En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: "Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: "Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros". Él les contestó: "Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel".

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: "¡Señor, ayúdame!". Él le respondió: "No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos". Pero ella replicó: "Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos". Entonces Jesús le respondió: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas". Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.


Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Estamos ante un texto un poco desconcertante. A las primeras comunidades cristianas les preocupa que Jesús, su mensaje, se abriera al mundo pagano, y es quizá en este contexto, donde hemos de situar el evangelio de hoy. Este pasaje capta la atención de aquella madre cananea que pide una gracia para su hija, reconociendo en Jesús al Hijo de David: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! La insistencia de la mujer es tan fuerte que «obliga» a Jesús a ensanchar su campo, a comprender que el amor del Padre no tiene límites. Esta extranjera atrevida nos enseña cómo pedir salud y salvación. Su deseo, la sanación de su hija, la lleva hasta el profeta itinerante que está recorriendo la región. Ella no se echa para atrás, sino que insiste y habla. Y con un ejemplo sencillo de la vida cotidiana, con lo que pasa alrededor y debajo de la mesa, consigue lo que tanto anhelaba: la apertura y acción de Jesús. Hoy nos encontramos en una situación cultural en la que la fe se ve retada a superar sus límites tradicionales, a entrar en otros campos, a responder a muchos gritos que no encuentran respuesta.


¿Cómo podemos hoy seguir rompiendo barreras? ¿Cómo evitar que la fe se convierta en algo cada vez más irrelevante, reservado a los de siempre?

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